Un día de invierno. Madrugada del 16 de Enero, aún quedan restos de los montones de nieve que días atrás se congelaron en las esquinas y en las zonas de cesped, y a las 3 de la madrugada hacen unos 12 ºC, y el silencio es único dueño de la ciudad, pero fácilmente se da a compartir con todos aquellos que desean disfrutar de él.
La ausencia de tráfico a estas horas, deja lugar a los ecos lejanos de conversaciones tranquilas, más hallá de nuestro interés. El milagro de vida que son las pocas hojas que aún permanecen en algunos árboles caducos, o incluso de las apretadas ramas de los pinos que crecen a uno y otro lado de las calles pueblan con un susurro único las calles, y una brisa agradable se lleva las preocupaciones, te aparta el pelo de la cara y finalmente todo esto queda a la vista en el conjunto que, como lo que es, se muestra precioso a nuestro ser.
Carlos Garrido
¡Qué bonito y hermoso, sir patito! Me ha encantado la entrada, tienes todísima la razón. Las ciudades tienen un encanto especial, sobre todo ciertas zonas -como los cascos antiguos y así, pero eso es otro cuento-.
ResponderEliminarDe verdad me ha encantado cómo lo has descrito, es una maravilla *___*.
Gracias ^_^
ResponderEliminarPar amí es una maravilla tenerte siempre leyendo XD