domingo, 16 de mayo de 2010

Nada,al fin y al cabo

El paso es el de un hombre que pulula como una carcasa vacía, sin rumbo ni sentido. Como un muerto deambulando a la luz anaranjada de la noche, en la urbe.


A su paso, el mirar atrás solo muestra una figura que se burla, la mueca de un crío que enseña la lengua y se ríe, como la muerte misma; y al frente solo una pendiente habitada por las luces moribundas que iluminan con desprecio todo rastro de vida, y una pendiente desolada, en la que las mismas luces se reflejan como una broma cruel.


La fortuna, como un felino liviano, se escabulle al acecho más allá del linde del camino.


En las ventanas se pueden ver o imaginar los lejanos objetivos, fuera del alcance de la mano; demasiado altos y distantes.


El humano, en su carrera, perdió en el lenguaje el don de la palabra, y solo los más guturales sonidos del motor pueblan la urbe.


Y, así, en una huída azarosa de un paraíso devastado culmina al fin en un cálido hogar, que no es sino el comienzo de todo. No es sino nada, al fin y al cabo.