jueves, 20 de septiembre de 2012

Y a pesar de todo, aquí sigo

Creo que es lo más evidente que puedo decir a estas alturas. Hoy un compañero me ha preguntado qué tal estaba, a lo que le he respondido que mi rodilla estaba mejorando con una sonrisa sincera y plácida. Luego he caído que se refería a mis brazos, y ha sido como "oh, mis brazos, ahí andan". El caso es que hace unas dos semanas me empezó a doler la rodilla, sin quererlo ni beberlo, creo que ni la llegué a golpear, y hace unos días no podía ni caminar sin cojear, curioso el asunto. Como ha empezado a mejorar sola, pues por mí ahí puede quedarse; lo que viene fácil, fácil se va. Eso dicen.

Por otro lado me he encontrado a una profesora a la que tenía gran cariño en el instituto, jubilada ya, y me ha reconocido (si bien no recordaba mi nombre) y me ha saludado muy efusivamente, y me he ido super contento, así de sencillito soy.

Y finalmente, me han dicho hace un par de días que soy "alargado y siniestro". No deja de hacerme gracia, porque supongo que en parte tiene cierto punto de razón. Si tuviese que definir mi aspecto, diría que tengo una barbilla prominente, unos ojos alargados y finos, una nariz fea y respingona, se que si, al final, llego a viejo, va a ser como las de los típicos viejos cascarrabias de los cuentos, larga y colgante. Tengo poca carne en los pómulos, y las orejas, pues como de soplillo, que decían los padres en sus días. También soy más alto que ancho, en proporciones quizá un poco desproporcionadas, y solo me salva el tener una buena espalda de parecer una chica por detrás. Tampoco me habría importado, seguro que habría dado lugar a situaciones muy graciosas, y al fin y al cabo, la risa es lo que mueve el mundo. Eso dicen.

Respecto a mi personalidad, a estas alturas puedo decir que he aprendido a ser feliz; no cambiando mi forma de ser, sino cambiando mi forma de asumir las cosas. No voy a engañarme, sigo siendo negativo; no me creo prácticamente nada, me da igual de quien ni por qué. No porque no confíe en la gente, sino porque se que, a pesar de su mejo intención (si de verdad la tienen), son falibles, como todos. Sin embargo, no creerse nada es a efectos como creérselo todo (de hecho la gente me ha llegado a llamar crédulo), ya que no hay un algo que te creas más que otro, y si lo hay, mi alegría es grande, pues a pesar de todo, aún guardo esperanzas. Escondiditas, por algún lugar, pero ahí están. El caso es que, al no poder discriminar sobre que unas cosas me las creo y otras no, tengo que aceptarlo todo, y suelo hacerlo con una sonrisa, poque ya puestos, no es tan difícil, y la alegría, como la tristeza, también se contagia. Y lo que se que no puedo hacer, es prescindir de todo, sencilla y llanamente porque no me lo crea. Si tengo que escoger entre intentar avivar unas ilusiones y esperanzas recónditas, y una conducta destructiva, creo que tengo lo tengo claro; si todo se va a pique, que no se diga que no intenté evitarlo. Que no se diga que no puse mi granito de arena, mi intención.

Porque al fin y al cabo, la intención es lo que cuenta. Eso dicen.

He aprendido a reírme de todo. Tanto de mí, como de los demás, me burlo de todo, para qué andarnos con finuras, porque todo lo que nos rodea, nuestra conducta es en menor o mayor medida absurda, errante, e incluso ridícula. ¿Así que por qué no decir la verdad, por qué no decir lo estúpidos que podemos ser a veces, reírnos y burlarnos de ello? Yo, si puedo escoger, prefiero reír a llorar. Prefiero ver como los que me rodean, aún habiendo sido absurdos, ridículos y errantes, pueden elegir reír antes que llorar.

Porque, detrás de todo este ser alargado y siniestro, después de todo, quiero lo mismo que el resto de las personas a las que quiero. Y al final, te sale esto de que todos somos iguales, y te quedas pensando si somos todos siniestros y alargados, o es que somos todos ridículos, y al cabo no hace una gran diferencia, si todos podemos reírnos y burlarnos, y que eso nos haga volver a reír, que al final de todo, está claro que es lo que cuenta. O al menos, eso dicen.


Carlos Garrido