domingo, 19 de agosto de 2012

Raices, cimientos y desarollo de las personas. Algo así

Qué se puede decir sobre las raíces de las personas que no tengamos ya todos al menos medio claro...

Que, en algún momento de nuestra vida, quizá por las personas de las que nos rodeamos, o a las que nos dan su afecto, y a las que nosotros le damos el nuestro (que no tienen por qué ser las mismas), quizá por el entorno en el que nos movemos, por la situación por la que pasamos o por las personas a las que admiramos. Por lo que queremos y lo que tememos, por lo que anhelamos y por lo que desechamos. No importa. Lo importante es que en algún momento de nuestra vida, durante nuestra juventud, comenzamos a arraigar unas bases, unos cimientos sobre los cuales podremos construír todo lo que venga después; nosotros, nuestra forma de ser, de comportarnos ante lo que venga, de sentir nuestro entorno.

Que, cuando los hayamos dejado muy, muy atrás, seguirán estando ahí, para bien o para mal, y en ocasiones será inevitable volver a ellos. Más aún, que por más atrás que podamos dejarlos, jamás podremos ser independientes de ellos, ya que, como los cimientos de una casa, el edificio puede ser modelado de una u otra forma, pero no los cimientos, y sin ellos todo lo demás flaquea y cae bajo su propio peso.

Eso son nuestros cimientos. En ocasiones, podemos llegar a construír de una forma tan sólida que hasta los perdamos de vista, y que, incluso, los olvidemos, lleguemos a algo completamente diferente, pero jamás podremos estar seguros de que un suceso imprevisto no pueda devolvernos a ellos.

Quizá podríamos decir que, para bien o para mal, son nuestra pequeña prisión personal, ese "algo" del que no podremos independizarnos por más que los olvidemos, por más que tratemos de cambiar la estructura respecto a ellos.

Más interesante es aún como,cuando nos esforzamos por convertirnos en personas diferentes y, bien de forma puntual o continuada, volvemos a ellos, recobramos o perdemos facultades que hemos ido dejando atrás conforme hemos ido construyéndonos a nosotros mismos.

Facultades, manías, defectos o virtudes. Supongo que, al cabo, nada se pierde para siempre. Yo, a decir verdad, no creo en los "para siempre", en los "nunca jamás", ni en otras muchas cosas. Sencillamente porque no puedo concebirlos, quizá porque yo habré muerto antes de poder confirmar si el "para siempre" era de verdad, si una infinidad de tiempo más tarde seguiría siendo cierto. Quizá por eso no me importa si es cierto o no, sencillamente no lo puedo terminar de entender, lo asumo y lo admito. Por ello, cosas que podemos haber dejado atrás "para siempre", pueden volver inesperadamente, de la misma manera que otros caracteres que parecían haberse afianzado con firmeza parecen desaparecer con igual prontitud. Sin embargo, siempre podemos continuar construyendo, incluso si la caída fuese un derrumbe, un desastre, mientras queden los cimientos podremos reconstruír encima, recuperar todo lo que hayamos perdido por el camino, o incluso cambiarlo, si nos esforzamos por ello.

Al fin y al cabo, creo que ninguna de nuestras virtudes se pueda perder para siempre, igual que creo que una vez ganada una actitud, no se garantiza su permanencia.

Por ello, debemos tratar de rodearnos siempre de la gente que sepamos que estará gustosa de acompañarnos cuando estemos en lo más básico de nuestro ser tanto como cuando hayamos construído un titán sobre una base lejana y remota.

Estas personas serán pocas. Pero eso no es malo, imaginaos que todas las personas que os rodean conociesen todo sobre vosotros, cómo sentís, como pensáis, como vais a comportaros. Por ello también debemos rodearnos de personas que, al mirarlas, sepamos que no van a estar ahí para siempre, pero que mientras lo estén nos harán sonreir. Por personas que, al escucharlas, sepamos que, aunque la decepción, quizá mutua, quizá unilateral, sea cuesitón de tiempo, sepamos que hasta entonces nos aportarán cariño y nos harán sentir arropados. Hay cosas inevitables, nunca llueve a gusto de todos, y cuanto más queramos a la gente, más esperaremos de ellos. Es inevitable llevarse decepciones y dárselas a los demás. Eso no puede impedirnos ser felices, de la misma forma que no puede impedírnoslo muchas otras cosas. Es importante saber verlo; el problema es que es muy importante ver un montón de cosas, demasiadas para poder verlas todas pero, ¿No reside en eso la emoción? ¿La inseguridad de saber qué es lo que vendrá después?

Yo he llegado a averiguar cuando varias personas eran zurdas solo por verla escribir en un medio digital, por el tipo de cosas que decía.  He llegado a averiguar, solo con echar una ojeada a una persona, su color preferido, sus gustos, cçomo le gusta tomar la leche antes de ir a dormir... Se pueden averiguar muchísimas cosas sobre la gente, si ponemos un mínimo de atención y de interés. Y sin embargo, siempre habrá una infinidad que no podremos siquiera preveer. Y ahí es donde reside la emoción, el no poder saber qué es lo que será de la vida, qué es lo que se puede llegar a hacer con ella.

No se a vosotros, pero a mí es una de las pocas cosas que nos mueve. Porque si sabemos a qué estamos predestinados, podemos perder la motivación, el interés, la necesidad de autosuperación. 


Sin embargo, cuando no sabemos de qué somos capaces nos forzamos a intentar aquello que aún no sabemos que podemos hacer.



Arke
Carlos Garrido 

EDIT:
Perdón por la entrada, no la he leído pero creo que ha quedado un poco caótica.
Si os la habéis leído, mis agradecimientos y mis disculpas. Y como siempre, un abrazo.